miércoles, 2 de noviembre de 2011

OFRENDAS PREHÍSPANICAS


¿Cómo eran las ofrendas prehispánicas?

En México, si bien es cierto es que la ofrenda actual del día de muertos es una tradición mestiza, las ofrendas a los difuntos eran ya conocidas en el mundo prehispánico. ¿cómo eran? ¿en qué se diferencian de las actuales?

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Las culturas prehispánicas concibieron la muerte como una dualidad con la vida. Las Aztecas tenían dos fechas especiales para recordar a sus muertos: En el mes de agosto dedicado a MICCAILHUITONITLI o "muertecitos" y en noviembre la fiesta de los muertos grandes.

"El señor de los muertos": El origen de las ofrendas esta en el culto que las razas autóctonas rendían a sus muertos, que en el temple ofrecían mazorcas, flores y encendían copal para aromatizar el ambiente y así agradar a los Dioses con quienes residía el espíritu de los difuntos.

Dentro del calendario prehispánico de los grupos Nahuas del altiplano central, había por lo menos seis fiestas dedicadas a los muertos. Entre ellas dos eran las principales del 12 al 31 de julio en que se recordaba a los muertos chicos y los veinte días siguientes se celebraba la fiesta de los muertos grandes, que se caracterizaba la magnificencia de las ofrendas.

Después del deceso, generalmente los ancianos vestían al muerto con papeles de amate o maguey. Le derramaban agua en la cabeza diciéndole, esto es lo que gozaste en la vida. Si su muerte estaba relacionada de alguna forma con el agua lo vestían como Tlaloc, Dios de la lluvia. Se les colocaba un jarro con agua para vencer los obstáculos harta llegar a su destino. Si habían sido importantes le colocaban en la boca una piedra verde llamada Chalchihuitl y si había sido común y corriente, le colocaban una piedra de menos valor. Generalmente incineraban el cadáver, el fuego de la cremación se atizaba al mismo tiempo que se entonaban canciones lúgubres, reducido el cuerpo a cenizas se depositaba en una olla de barro y la enterraban. También quemaban sus pertenencias e instrumentos de trabajo. El entierro se hacía en la casa, en algún templo o en los montes .Se colocaban ofrendas de comida, bebidas, y flores en ese lugar.

Para las culturas andinas prehispánicas la agricultura no era una actividad puramente económica, sino también la liturgia de un rito integrado a su cosmovisión, en la que la Pachamama y el Sol ocupaban un lugar central, en torno al cual giraban en un tiempo circular las estaciones y los ciclos de la vida y la muerte en mutua regeneración.

Mujeres y hombres, al cultivar la tierra para obtener sus frutos cumplían una actividad sacra en armonía con los elementos. El trueno, el relámpago, la lluvia y el viento eran los humores y la voluntad de la tierra sobre los seres vivos. A la tierra se pedía trabajándola, y a los elementos o sus figuraciones. Y de ellos se obtenía respuesta.

Entre los llamados calchaquíes en general no se encuentra ningún dios como Quetzalcoatl o el Inca, ni otro alguno. Su sentido de sacralidad estaba puesto en elementos visibles, tangibles y activos y se les dirigían ofrendas del mismo carácter, comida, bebida y, en ocasiones dramáticas, sangre.

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