miércoles, 28 de diciembre de 2011

CUENTOS CON MORALEJA (6)

Un cuento árabe sobre la amistad A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un viejecito que se encontraba descansando: ¿qué clase de personas hay aquí?. El anciano le pregunta: “¿qué clase de personas había en el lugar de donde tu vienes?”. “Oh, un grupo de egoístas y malvados” replicó el joven. “Estoy encantado de haberme ido de allí”. A lo cual el anciano comentó: “Lo mismo habrás de encontrar aquí.” Ese mismo día, otro joven se acercó a beber agua al oasis, y viendo al anciano, preguntó: ¿qué clase de personas viven en este lugar?. El viejo respondió con la misma pregunta: ¿qué clase de personas viven en el lugar de donde tu vienes?. Un magnífico grupo de personas, honestas amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlas dejado. “Lo mismo encontrarás tu aquí”, respondió el anciano. Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al viejo: “¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?. A lo cual el viejo contestó: “Cada uno lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquel que no encontró nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí. Aquél que encontró amigos allá, podrá encontrar amigos acá. Volver al Indice El tallador de lápidas Un hombre que cortaba y tallaba rocas para hacer lápidas, se sentía infeliz con su trabajo y pensaba que le gustaría ser otra persona y tener una posición social distinta. Un día pasó delante de la casa de un rico comerciante y vio las posesiones que éste tenía y lo respetado que era en la ciudad. El tallador de piedras sintió envidia del comerciante y pensó que le gustaría ser exactamente como él, en lugar de tener que estar todo el día trabajando la roca con el martillo y el cincel. Para gran sorpresa suya, el deseo le fue concedido y de este modo se halló pronto convertido en un poderoso comerciante, disponiendo de más lujo y más poder de los que nunca había podido soñar. Al mismo tiempo era también envidiado y despreciado por los pobres y tenía igualmente más enemigos de los que nunca soñó. Entonces vio a un importante funcionario del gobierno, transportado por sus siervos y rodeado de gran cantidad de soldados. Todos se inclinaban ante él. Sin duda era el personaje más poderoso y más respetado de todo el reino. El tallador de lápidas que ahora era comerciante, deseó ser como aquel alto funcionario, tener abundantes siervos y soldados que lo protegieran y disponer de más poder que nadie. De nuevo le fue concedido su deseo y de pronto se convirtió en el importante funcionario, el hombre más poderoso de todo el reino, ante quien todos se inclinaban. Pero el funcionario era también la persona más temida y más odiada de todo el reino y precisamente por ello necesitaba tal cantidad de soldados para que lo protegieran. Mientras tanto el calor del sol le hacía sentirse incomodo y pesado. Entonces miró hacia arriba, viendo al sol que brillaba en pleno cielo azul y dijo: “¡ Que poderoso es el sol! ¿cómo me gustaría ser el sol!” Antes de haber pronunciado la frase se había ya convertido en sol, iluminando toda la tierra. Pero pronto surgió una gran nube negra, que poco a poco fue tapando al sol e impidiendo el paso de sus rayos. “Que poderosa es esa nube! – pensó- ¡ como me gustaría ser como ella!” Rápidamente se convirtió en la nube, anulando los rayos del sol y dejando caer su lluvia sobre los pueblos y los campos. Pero luego vino un fuerte viento y comenzó a desplazar y a disipar la nube. “Me gustaría ser tan poderoso como el viento,” pensó, y automáticamente se convirtió en viento. Pero aunque el viento podía arrancar árboles de raíz y destruir pueblos enteros, nada podía contra una gran roca que había allí cerca. La roca se levantaba imponente, resistiendo inmóvil y tranquila a la fuerza del viento. “¡Que potente es esa roca!” –pensó- “¡como me gustaría ser tan poderosa como ella!” Entonces se convirtió en la roca, que resistía inamovible al viento más huracanado. Finalmente era feliz, pues disponía de la fuerza más poderosa existente sobre la tierra. Pero de pronto oyó un ruido. Clic, Clic, Clic. Un martillo golpeaba a un cincel, y este arrancaba un trozo de roca tras otro. “¿Quién podría ser más poderoso que yo?”, pensó, y mirando hacia abajo la poderosa roca vio... al hombre que hacía lápidas. Muchas personas consumen su vida entera buscando la felicidad sin encontrarla nunca, simplemente porque no miran en el lugar adecuado. Nunca podrás ver una puesta de sol si estás mirando hacia el Este y nunca encontraras la felicidad si la buscas entre las cosas que te rodean. El cuento del tallador de lápidas te enseña que la felicidad no depende de lo que cambies en tu vida... salvo que te cambies a ti mismo. Volver al Indice El secreto de la felicidad Cierto mercader envió a su hijo con el más sabio de todos los hombres para que aprendiera el Secreto de la Felicidad. El joven que anduvo cuarenta días por el desierto, hasta que llegó a un hermoso castillo, en lo alto de una montaña. Allí vivía el sabio que buscaba. Sin embargo, en vez de encontrar un hombre santo, nuestro héroe entró en una sala y vio una actividad inmensa; mercaderes que entraban y salían, personas conversando en los rincones, una pequeña orquesta que tocaba melodías suaves y una mesa repleta de los más deliciosos manjares de aquella región del mundo. El sabio conversaba con todos, y el joven tuvo que esperar dos horas para que le atendiera. El sabio escuchó atentamente el motivo de su visita, pero le dijo que en aquel momento no tenía tiempo de explicarle el Secreto de la Felicidad. Le sugirió que diese un paseo por su palacio y volviese dos horas más tarde. Pero quiero pedirte un favor -añadió el sabio entregándole una cucharilla de té en la que dejó caer dos gotitas de aceite-. Mientras camines lleva esta cucharilla y cuida de que el aceite no se derrame. El joven comenzó a subir y bajar las escalinatas del palacio manteniendo siempre los ojos fijos en la cuchara. Pasadas las dos horas, retornó a la presencia del sabio. ¿Qué tal? –preguntó el sabio-. ¿Vistes los tapices de Persia que hay en mi comedor?¿Vistes el jardín que el Maestro de los jardineros tardó diez años en crear?¿Reparastes en los bellos pergaminos de mi biblioteca?. El joven, avergonzado, confesó que no había visto nada. Su única preocupación había sido no derramar las gotas de aceite que el sabio le había confiado. Pues entonces vuelve y conoce las maravillas de mi mundo -dijo el sabio-. No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa. Ya más tranquilo, el joven cogió nuevamente la cuchara y volvió a pasear por el palacio, esta vez mirando con atención todas las obras de arte que adornaban el techo y las paredes. Vio los jardines, las montañas a su alrededor, la delicadeza de las flores, el esmero con que cada obra de arte estaba colocada en su lugar. De regreso a la presencia del sabio, le relató detalladamente todo lo que había visto. Pero donde están las dos gotas de aceite que te confié –preguntó el sabio-. El joven miró la cuchara y se dio cuenta que las había derramado. Pues este es el único consejo que puedo darte –le dijo el más sabio de los sabios- El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo, pero sin olvidarse nunca de las dos gotas de aceite en la cuchara. Volver al Indice El florero de porcelana El Gran Maestro y el Guardián se dividían la administración de un monasterio Zen. Cierto día, el Guardián murió, y fue preciso sustituirlo. El Gran Maestro reunió a todos los discípulos para escoger quién tendría la honra de trabajar directamente a su lado. - Voy a presentarles un problema -dijo el Gran Maestro- y aquél que lo resuelva primero, será el nuevo guardián del Templo. Terminado su corto discurso, colocó un banquito en el centro de la sala. Encima estaba un florero de porcelana carísimo, con una rosa amarilla que lo decoraba. Éste es el problema -dice el Gran Maestro -resuélvanlo-. Los discípulos contemplaron perplejos el "problema", por lo que veían los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y la elegancia de la flor. ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál sería el enigma? Pasó el tiempo sin que nadie atinase a hacer nada salvo contemplar el "problema", hasta que uno de los discípulos se levantó, miró al maestro y a los alumnos, caminó resolutamente hasta el florero y lo tiró al suelo, destruyéndolo. ¡¡¡ Al fin alguien que lo hizo !!! - exclamó el Gran Maestro. Empezaba a dudar de la formación que les hemos dado en todos estos años. Usted es el nuevo guardián. Al volver a su lugar el alumno, el Gran Maestro explicó: Yo fui bien claro: dije que ustedes estaban delante de un "problema". No importa cuán bello y fascinante sea el problema; si es un problema tiene que ser eliminado. Un problema es un problema; no importa que se trate de una mujer sensacional, o de un hombre maravilloso o de un gran amor que se acabó, o... ya sea de un florero de porcelana muy caro... "Solo existe una manera de lidiar con un problema": atacándolo de frente. En esos momentos, no se puede tener piedad, ni ser tentado por el lado fascinante que cualquier conflicto acarrea consigo. No tiene caso tratar de "acomodarlo" y darle vueltas, si al fin y al cabo ya no es otra cosa más que "UN PROBLEMA". Déjalo, hazlo a un lado y continúa tu misión. No huyas de él... No lo escondas ... ¡ Acaba con él.! Porque corres el riesgo de permanecer con él, el resto de tu vida. Muchas personas cargan la vida entera el peso de cosas que fueron importantes en el pasado, y que hoy solamente ocupan un espacio inútil en sus corazones y en sus mentes, espacio que es indispensable para recrear la vida, sobre todo si el problema es algún sentimiento de rencor o reproche, que aunque en algún momento de tu vida te haya hecho mucho daño, eso solo forma parte de un pasado. Existe un proverbio Chino que dice: "Para poder beber vino es necesario primero tirar el té". Limpia tu vida, comienza por los cajones, armarios, hasta llegar a eso que ya no tiene sentido y que están ocupando espacio y que muchas veces lejos de ayudarte te hiere y te impide tomar un curso diferente en tu vida. El pasado sirve como lección, como experiencia, como referencia. El pasado sirve para ser recordado y no para ser revivido. Usa las experiencias del pasado en el presente, para construir tu futuro. Necesariamente en ese orden!

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